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Municipalismo
libertario o comunalismo: ¿una nueva política comunal?
Texto compuesto en 1995
por Jean Vogel a partir de varios textos de Bookchin
Murray Bookchin
esboza en 1995 la estructura política de una sociedad ecológica y libertaria, es decir,
descentralizada y autogestionada. La comuna se considera la base de una
sociedad libre y de una auténtica individualidad. Individualidad y comunidad se
entrelazan y elevan mutuamente sin dominación, en un proceso de autoformación. "La comuna", escribe Bookchin, "es la célula viva que forma la unidad
básica de la vida política y de la que procede todo: la ciudadanía, la
interdependencia, el federalismo y la libertad. "Constituye",
prosigue, "el lugar de palabra en el que las personas pueden confrontarse
intelectual y emocionalmente, conocerse mediante el diálogo, el lenguaje
corporal, la intimidad y el intercambio cara a cara, para tomar decisiones
colectivas." Compromiso, responsabilidad, libertad, solidaridad o philia,
autoformación o paideia florecen en el municipalismo libertario.
Los
dos significados de la palabra "política"
Hay dos formas de
entender la palabra "política". La primera, clásica, define la
política como un sistema de relaciones de poder gestionado de forma más o menos
profesional por personas especializadas en ello, los llamados
"políticos". Toman decisiones que afectan directa o indirectamente a
la vida de todos nosotros y las aplican a través de estructuras gubernamentales
y burocráticas.
Estos
"políticos" y su "política" suelen ser vistos con cierto
desprecio por muchos estadounidenses. Llegan al poder a través de
"partidos", es decir, burocracias muy estructuradas que dicen
"representar" al pueblo, y a veces una persona "representa"
a muchas, como los representantes o los senadores. Se les llama los
"elegidos", trasladando una antigua noción religiosa a términos
políticos, y en este sentido son una verdadera élite jerárquica, a pesar de su
pretensión de hablar "en nombre del Pueblo". No son "el
Pueblo". Son, en el mejor de los casos, sus "representantes", lo
que les aparta de ellos, y en el peor de los casos, sus manipuladores, lo que
les sitúa en contra de la voluntad del pueblo. A menudo son especuladores, emisarios
de las grandes empresas, de las clases dirigentes y de grupos de presión de
todo tipo. También suelen ser personajes repugnantes que se comportan de forma
inmoral, deshonesta y elitista en los medios de comunicación, y traicionan
regularmente sus compromisos programáticos de "servir" al pueblo. Por
otra parte, suelen ser muy útiles para los grupos que defienden intereses
particulares (normalmente los de los ricos), a través de los cuales esperan
avanzar en sus carreras y en su comodidad material.
No
son "el Pueblo". Son, en el mejor de los casos, sus
"representantes", lo que les aparta de ellos, y en el peor de los
casos, sus manipuladores, lo que les sitúa en contra de la voluntad del pueblo
Este sistema de
"política" profesionalizada, elitista, a menudo inmoral y
manipuladora, que en la mayoría de los casos es una parodia del proceso
democrático que asociamos a nuestras tradiciones, es de hecho un concepto
relativamente nuevo. Surgió con el Estado-nación hace unos siglos, cuando
monarcas absolutos como Enrique VIII en Inglaterra y Luis XIV en Francia
empezaron a concentrar un enorme poder en sus manos, a formar esta estructura
jerárquica que llamamos "Estado", y a modelar estas grandes entidades
políticas, las "naciones", a partir de entidades más descentralizadas
como ciudades libres, confederaciones de ciudades y diversos señoríos.
Antes de la formación del
Estado-nación, la política tenía un significado muy diferente al actual, un
significado que los "poderes establecidos" hacen todo lo posible por borrar.
En el mejor de los casos, significaba la gestión de los asuntos públicos por
parte de la población a nivel local, es decir, en aldeas, pueblos, barrios y
ciudades, asuntos públicos que pasaron a ser dominio exclusivo de políticos y
burócratas. La población gestionaba directamente los asuntos públicos en
asambleas de ciudadanos físicamente presentes, como las que aún se pueden
encontrar en los town meetings de
Nueva Inglaterra (1), y elegía consejos que, como mucho, se encargaban de
ejecutar las decisiones políticas tomadas en esas asambleas. Estos últimos
vigilaban de cerca las actividades de estos consejos y destituían a los
delegados cuyas acciones desaprobaban públicamente.
La
política era una forma de educación, no de movilización; su finalidad no era
sólo tomar decisiones, sino también formar el carácter y desarrollar la
inteligencia