miércoles, 22 de marzo de 2023

Municipalismo libertario o comunalismo: ¿una nueva política comunal?

Obra CIRCLES de Kwaga Sillingi, 2021

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Municipalismo libertario o comunalismo: ¿una nueva política comunal?

Texto compuesto en 1995 por Jean Vogel a partir de varios textos de Bookchin

Murray Bookchin esboza en 1995 la estructura política de una sociedad ecológica y libertaria, es decir, descentralizada y autogestionada. La comuna se considera la base de una sociedad libre y de una auténtica individualidad. Individualidad y comunidad se entrelazan y elevan mutuamente sin dominación, en un proceso de autoformación. "La comuna", escribe Bookchin, "es la célula viva que forma la unidad básica de la vida política y de la que procede todo: la ciudadanía, la interdependencia, el federalismo y la libertad. "Constituye", prosigue, "el lugar de palabra en el que las personas pueden confrontarse intelectual y emocionalmente, conocerse mediante el diálogo, el lenguaje corporal, la intimidad y el intercambio cara a cara, para tomar decisiones colectivas." Compromiso, responsabilidad, libertad, solidaridad o philia, autoformación o paideia florecen en el municipalismo libertario.

Los dos significados de la palabra "política"

Hay dos formas de entender la palabra "política". La primera, clásica, define la política como un sistema de relaciones de poder gestionado de forma más o menos profesional por personas especializadas en ello, los llamados "políticos". Toman decisiones que afectan directa o indirectamente a la vida de todos nosotros y las aplican a través de estructuras gubernamentales y burocráticas.

Estos "políticos" y su "política" suelen ser vistos con cierto desprecio por muchos estadounidenses. Llegan al poder a través de "partidos", es decir, burocracias muy estructuradas que dicen "representar" al pueblo, y a veces una persona "representa" a muchas, como los representantes o los senadores. Se les llama los "elegidos", trasladando una antigua noción religiosa a términos políticos, y en este sentido son una verdadera élite jerárquica, a pesar de su pretensión de hablar "en nombre del Pueblo". No son "el Pueblo". Son, en el mejor de los casos, sus "representantes", lo que les aparta de ellos, y en el peor de los casos, sus manipuladores, lo que les sitúa en contra de la voluntad del pueblo. A menudo son especuladores, emisarios de las grandes empresas, de las clases dirigentes y de grupos de presión de todo tipo. También suelen ser personajes repugnantes que se comportan de forma inmoral, deshonesta y elitista en los medios de comunicación, y traicionan regularmente sus compromisos programáticos de "servir" al pueblo. Por otra parte, suelen ser muy útiles para los grupos que defienden intereses particulares (normalmente los de los ricos), a través de los cuales esperan avanzar en sus carreras y en su comodidad material.

No son "el Pueblo". Son, en el mejor de los casos, sus "representantes", lo que les aparta de ellos, y en el peor de los casos, sus manipuladores, lo que les sitúa en contra de la voluntad del pueblo

Este sistema de "política" profesionalizada, elitista, a menudo inmoral y manipuladora, que en la mayoría de los casos es una parodia del proceso democrático que asociamos a nuestras tradiciones, es de hecho un concepto relativamente nuevo. Surgió con el Estado-nación hace unos siglos, cuando monarcas absolutos como Enrique VIII en Inglaterra y Luis XIV en Francia empezaron a concentrar un enorme poder en sus manos, a formar esta estructura jerárquica que llamamos "Estado", y a modelar estas grandes entidades políticas, las "naciones", a partir de entidades más descentralizadas como ciudades libres, confederaciones de ciudades y diversos señoríos.

Antes de la formación del Estado-nación, la política tenía un significado muy diferente al actual, un significado que los "poderes establecidos" hacen todo lo posible por borrar. En el mejor de los casos, significaba la gestión de los asuntos públicos por parte de la población a nivel local, es decir, en aldeas, pueblos, barrios y ciudades, asuntos públicos que pasaron a ser dominio exclusivo de políticos y burócratas. La población gestionaba directamente los asuntos públicos en asambleas de ciudadanos físicamente presentes, como las que aún se pueden encontrar en los town meetings de Nueva Inglaterra (1), y elegía consejos que, como mucho, se encargaban de ejecutar las decisiones políticas tomadas en esas asambleas. Estos últimos vigilaban de cerca las actividades de estos consejos y destituían a los delegados cuyas acciones desaprobaban públicamente.

La política era una forma de educación, no de movilización; su finalidad no era sólo tomar decisiones, sino también formar el carácter y desarrollar la inteligencia

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miércoles, 15 de marzo de 2023

La centralidad del trabajo

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De la necesidad de desplazar la centralidad del trabajo

Resulta prácticamente imposible, hoy en día, conversar con alguien sin que salga el tema del trabajo. Trabajes donde trabajes, es raro que no empiecen las conversaciones sin esa pregunta: ¿Y qué? ¿Cómo te va el curro? Te guste o no, bien es cierto que sin vender tu fuerza de trabajo en una empresa o directamente en el mercado y pese a las ayudas que puedas conseguir del Estado, poco te vas a poder mover, pagar tu alquiler y llegar a fin de mes. O sea que el trabajo se ha convertido en algo tan importante como el comer o el respirar e incluso ya se trata con naturalidad, como si fuese algo casi biológico, un “prebiótico”.

¿Cómo hemos podido llegar a este punto de naturalizar al trabajo? 

Es absurdo hoy en día negar o ignorar la centralidad del trabajo en esta sociedad. Sería olvidarse que para el Capitalismo es una de sus categorías básicas, constitutivas. El trabajo, el mercado, el dinero y el Estado, no es que sean elementos exclusivos del Capitalismo. Cierto es que estos elementos ya existían desde la antigüedad pero de forma puntual y diseminada. El capitalismo los ha incorporado todos en su dinámica de crecimiento obligado e infinito y el trabajo1, como lo veremos ocupa esa centralidad.

La historia de la constitución del Capitalismo nos muestra como éste último, con las enclosures2 como punto de partida, empezó creando la figura del obrero. A medida que iba reforzando su hegemonía, fue tergiversando el quehacer del día a día tradicional de los campesinos y artesanos, convirtiéndoles en asalariados, o sea, meros productores de mercancía a cambio de un sueldo. En consecuencia, se vieron obligados a vender su cuerpo, su fuerza de trabajo, para a duras penas poder sobrevivir. 

Así es como, con esa ruptura antropológica de envergadura, no solamente se empezó a socavar el “actuar juntos”, esa entidad social propia de los seres humanos, sino que la fuerza común se volcó a disposición de los primeros capitalistas, aquellos que poseían las tierras, las primeras industrias y controlaban el mercado. En consecuencia, las formas tradicionales del “metabolismo” (Marx) de las comunidades humanas con su medio ambiente han pasado de la complicidad común en el “actuar juntos por” al “buscarse la vida” cada cual como pueda, eximidos ya de la necesidad de cuidar al medio ambiente del que hemos sido extraídos, como comunidad.

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El eco-comunalismo y el doble Marx

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De pequeño, Karl Marx para mí no era más que el teórico del que se reclamaban el PCE y el PSUC, el cual apodaría con ese nombre a una de sus columnas durante la guerra civil y luego desató la terrible represión en contra de los anarquistas y del POUM en el mes de Mayo de 1937. Más tarde al descubrir las muchas tendencias dentro del marxismo, para mí no eran más que unas capillas disidentes del mismo pensamiento que tras la revolución rusa, enterrarían las esperanzas revolucionarias en el mundo entero. 

Por los años 80, la lectura del marxista libertario, Daniel Guérin, no me aclaró mucho sobre la originalidad del pensamiento de Marx respecto al anarcosindicalismo. Y lo que nadie puede negar hoy en día es que fueron sus seguidores, quiénes al impulsar sus ideas dentro del movimiento obrero, lo abocarían al callejón sin salida y al desastre del mal llamado Comunismo, o sea, a un Capitalismo de Estado dictatorial en los países que irónicamente se auto-reclamaban del Socialismo Real. 

Este tremendo engaño que desembocaría en un auténtico Capitalismo acelerado, de recuperación, en los países del Este y otros, terminaría por corroer las esperanzas emancipadoras todavía presentes dentro del movimiento obrero y del propio Bookchin. ¿Traicionaron a Marx, quienes se reclamaron de su pensamiento?  ¿O es que no lo entendieron? ¿Cómo pudieron unos sectores radicalmente críticos del capitalismo y a favor de la emancipación, como la escuela de Frankfurt (pero la escuela de Frankfurt no es propiamente marxista, incluye muchos elementos freudianos, además de otras aportaciones), el propio Bookchin y en la actualidad, por ejemplo, “los críticos del valor”, seguir reivindicándose del pensamiento de Marx?

Bookchin, del bolchevismo a la re-lectura de Marx

Bookchin, en el año 1936, a los 15 años de edad, ya Comisario Político del Partido Comunista de EEUU, presentaría su dimisión en el Partido Comunista de EEUU por estar en contra de las políticas de Stalin y de la estratificación vertical del partido, pero no por ello cortaría con el marxismo. 

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sábado, 11 de marzo de 2023

Respuesta a José Iglesias Fernández

ENLACE A LA ENTRADA COMPLETA PUBLICADA ORIGINALMENTE EL 09/03/23 EN KAOSENLARED


No podemos sino estar de acuerdo con José Iglesias Fernández cuando nos advierte en esta web de que “el futuro se presenta negro si los antisistema no nos movilizamos".  Además, este pensador no se conforma con una simple advertencia, sino que inmediatamente hace algunas propuestas para incitarnos a la movilización.

Por mi parte no las veo convincentes y quisiera explicar por qué

Si es cierto que las Instituciones municipales no son el Estado-Nación, sin embargo forman su esqueleto y le dan cuerpo, actuando como las extremidades de su sistema nervioso, permitiéndole ejecutar sus órdenes, abarcar y controlar todo el territorio y a sus súbditos colocados bajo su cúpula.

Estas instituciones, el Estado Nación, las ha formado y perfeccionado pacientemente a lo largo de los últimos siglos, para que no puedan fallar en su misión de transmisión. Servir al Estado Nación es servir al Capital del que dependen enteramente su estructura y sus Instituciones de todo tipo. Se trata de mantener el orden social actual (propiedad privada, trabajo, etc.) estimulando al mismo tiempo el Mercado, porque Mercado y Estado son los dos polos inseparables del Capitalismo.

Por estas razones, y si es cierto que la comuna es el verdadero lugar de lucha contra todas las dominaciones, sigue siendo ilusorio intentar apoderarse de las riendas de las Instituciones del Estado-Nación y desviarlas de su función más que definida. Como la historia nos lo enseña mil y una vez, son al contrario, estas Instituciones las que siempre nos desviarán de nuestro camino emancipador (1). Y más cuando estamos en “El momento de confirmación del proceso de transmutación hacia el capitalismo distópico”, esta propuesta con su aliciente estratégico y sus tres etapas planeadas me parece ingenuo y en contradicción con su lúcida visión de conjunto.

Acomodados en el vientre del Leviatán económico, acaban devorándonos, cualesquiera que sean los medios económicos y jurídicos que nos ofrezcan, y por esta misma razón. Porque, por lógica, debemos someternos a las exigencias de la acumulación capitalista impuesta por el sistema, como bien dice el propio José Iglesias Fernández.

El municipio capitalista, como cualquier empresa, puede efectivamente funcionar con más socios y en autogestión, pero tiene que funcionar, es decir, ser rentable y competitivo, como así lo ha demostrado el municipalismo en Barcelona, quién, de paso y por lógica, acabó desactivando a los movimientos sociales que le apoyaron.

No podemos permitirnos entrar de nuevo en aguas turbias, es demasiado tarde para fracasar una vez más y desmoralizarnos aún más y, por tanto, retroceder.
Es mejor ir más despacio pero avanzar hacia la utopía y con ella, con unos medios que contengan los fines. Sigamos pensando en cómo llegar hasta allí…

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Sobre la necesidad de contextualizar
Donde las Instituciones del Estado, por falta de medios, son sólo una sombra de lo que deberían de ser, como en muchos lugares de Sudamérica, los habitantes no han esperado, y se han apoderado de esta sombra. Y lo están haciendo con su propia tradición indígena y revolucionaria, entre luchas y logros, funcionando en cooperativas, buscando la autonomía en los aspectos más importantes de la vida, como en Acapatzingo, y las otras siete comunidades de Iztapalapa, Tláhuac e Iztacalco, en el corazón de la Ciudad de México. Cuando estos barrios sean recuperados, funcionales, queda por ver cuánto tardará el Estado y/o el ejército en querer recuperarlos y deshacer estos espacios de autonomía, que seguro se resistirán.

Aquí, en el capitalismo total, lo más coherente es pasar, darle la espalda a las Instituciones estatales, sean cuales sean. Partiendo de la premisa de que “el ser humano es ontológicamente un ser social”, no desdeñemos la coherencia, también es un elemento considerable de adhesión para que la utopía que nace en el pensamiento se convierta en realidad.

Aprender de nuestra historia
Nuestra historia revolucionaria, en esta península ibérica, con nuestras propias tradiciones, se mantiene en el olvido porque, como bien decía Orwell, “quien gobierna el pasado, gobierna el futuro; quien gobierna el presente, gobierna el pasado”. Para los antisistema, sin embargo, representa un gran tesoro de experiencia revolucionaria, con sus aciertos y errores. A sangre y fuego, estos revolucionarios y revolucionarias, nos han transmitido su valiosa experiencia, no la despreciemos. Debemos aprender de nuestra historia, como cuando cualquier pretendiente a campesino o carpintero aprende de su maestro o maestra.

Guy Debord calificó la revolución de 1936 como siendo la mayor revolución del siglo XX, refiriéndose en particular a las numerosas colectividades agrarias, especialmente en Aragón, donde los campesinos lograron avanzar hacia el comunismo libertario, tomando el control de los Municipios y desbordando sus límites.

Esto no cayó del cielo. Esto fue fruto de 60 años de intensa preparación en toda la península, de muchos años de lucha, pero también de cultura (ateneos, escuelas racionalistas, etc.), los obreros organizaron pacientemente una suerte de sociedad paralela (cooperativas de todo tipo, sindicatos, etc.), al margen y en tensión con las instituciones del Estado. Esta estrategia fue promovida por los anarquistas, a su vez influidos por las tradiciones de organización comunal local (concejos abiertos).

De ahí la tendencia del anarquismo ibérico a reivindicar el comunalismo y la Comuna de París, el proyecto federal de una comuna de comunas. Fueron vencidos pero no fracasaron.

Sobre la necesidad de actualizar
El pensador y militante Murray Bookchin, de tradición marxista (1921-2006), se basó en parte en esta herencia revolucionaria para desarrollar su propuesta comunalista. 

Allá por los años 1960, fue uno de los primeros pensadores de la ecología política, conceptualizando a la ecología social. Apoyándose en la historia y la antropología, subrayó que los desastres ecológicos tienen su origen en los desequilibrios sociales y que éstos son el fruto amargo de la dominación, empezando por la del hombre sobre la mujer. El capitalismo, nacido de la confiscación de los bienes comunes, es el que reúne y dinamiza todas las dominaciones y como “sujeto autómata” (Marx), sólo puede crecer o morir. Por lo tanto, o lo derrotamos, o seguirá su curso arrasador de guerras y destrucción de la naturaleza y de las sociedades hasta que lo envenene todo y no le quede nada para crecer. Y para derrotarlo, la ecología social, coherente consigo misma, propone el municipalismo libertario, esa herramienta política que luego llamaría comunalismo para evitar una visión demasiado restringida y localista pero también para reivindicar la herencia de la Comuna de París.

En realidad, se trata de organizar una red de asambleas decisorias en todos los municipios y entre ellos, como instituciones embrionarias de democracia directa, federadas y confederadas entre sí, en paralelo y en tensión con las del Estado. Estas asambleas, capaces de hacer propuestas concretas y factibles (cooperativas, centros sociales, huertos urbanos, espacios libres de negocio, etc.) se convertirían en ágoras para aprender a devenir auténticas ciudadanas y ciudadanos para compartir y ejercer el poder de decidir y aceptar la responsabilidad de asumirlo.

Situado fuera de las Instituciones del Estado, es el lugar común para deshacernos de la contaminación mental capitalista que hemos integrado de pequeños, con sus tecnologías, su desinformación, su acoso informativo y sus fake news, su mentalidad contable, su competitividad y sus egos. A todo lo que socava nuestros corazones y esperanzas, le opondremos un horizonte y una práctica coherentes con este imaginario para re-encantar el mundo.

También necesitamos contextualizar y actualizar a Bookchin, como han hecho los kurdos de Rojava.

Él pensaba desde EEUU y en 2002, y han pasado muchas cosas aunque previó muchas. El capitalismo nos ha desposeído con las enclosuras para luego convertirnos en pura mercancía, y es cuando nos declaró la guerra. Para derrotarlo, necesitamos pensar estratégicamente, conocerlo, saber cómo ha subsumido a la sociedad, en gran parte gracias a las instituciones del Estado (ver el Marx esotérico, la corriente de la crítica del valor).

Para actuar aquí y ahora
Ahí donde vivamos y actuamos, necesitamos conocer al máximo el funcionamiento de las instituciones municipales, sus partidos políticos siempre en busca del poder pero también a las demás fuerzas sociales que actúan por la emancipación. Una vez estudiadas y seleccionadas las que son susceptibles de entrar en esta dinámica de querer recuperar a ese poder político arrebatado, les propondremos el diálogo y juntas, empezaremos a trazar las primeras “hojas de ruta” con todas aquellas personas y organizaciones que estén luchando contra las dominaciones, la de clase, la de género, contra el racismo, la destrucción de la primera naturaleza, pero también las que están creando alternativas. Todos estos diferentes colectivos comparten el rechazo a la desigualdad y a la dominación, pero en plan defensivo. Ahora, sólo tienen que decidir pasar a la ofensiva y tomar las riendas de sus reivindicaciones y propuestas sin delegarlas, y decidir tomar el espacio político en estas asambleas decisorias.

En lugar de representantes, designaremos a delegados con mandatos imperativos revocables en cualquier momento. Entonces surgirá un movimiento comunalista, preñado de cultura, de conocimientos y capacidad, rico por sus diferencias, pero con la íntima convicción de que su objetivo es salir del Capitalismo. Así es como podremos empezar a cuidar de la tierra conforme nos cuidemos entre nosotros y nosotras mismas y vislumbrar un mundo nuevo donde la necesidad de crecimiento ya no sea un dictado Todo ello es un proceso, un viaje largo y tendido, teniendo que prepararnos a la sustitución de la sociedad capitalista antes de que colapse a todos los niveles porque luego será demasiado tarde, por la barbarie anunciada. Hemos de lidiar sin precipitaciones entre la urgencia y una postura constructiva sin compromisos con el enemigo, ir creando y poco a poco arrebatándole funciones sociales a lo Público y a lo Privado, a veces por las buenas (legalmente), otra a las malas, según los casos, hasta alcanzar una relación de fuerzas a nuestro favor. Lo difícil resulta ser el dar los primeros pasos, aquellos mismos que impulsan el entusiasmo de ir creando con las demás y nos contagien las esperanzas. Así es como podremos abrir ese camino que se hace al andar.

Referencias

  1. En nuestro mundo, la “zona peatonal del capitalismo” (Vallenstein), cientos de ejemplos lo confirman. En Saillans, pueblo emblemático de 1400 h en el sur de Francia, en 2014, una lista ciudadana ganó las elecciones e invitó a la población a funcionar en democracia directa. Después de 6 años, ganó la derecha. En 1980, tras 10 años de fuertes luchas, los Verdes en Alemania se presentaron políticamente como la tercera vía. La gran fuerza de los movimientos sociales que los apoyaban no consiguió cambiar las Instituciones del Estado, sino todo lo contrario. Pacifistas, acabaron bombardeando Belgrado, y ahí se acabó la esperanza. Marinaleda (Sevilla), un poderoso movimiento del SOC, masivo, arraigado en el pueblo, autogestionado, nació en 1977 y despertó entusiasmo no sólo en la península sino en todo el
    mundo. Ocuparon fincas enormes y querían desbordar al Municipio y abarcar toda Andalucía. Tras formar la CUT en 1979, este partido ganó las elecciones, se hizo con Marinaleda y obtuvo la mayoría en muchos pueblos. Es cierto que fue una gran gesta, pero al final el globo se desinfló a pesar de que las condiciones objetivas eran muy favorables a la autogestión generalizada y a la democracia directa. El movimiento fue devuelto al camino correcto, el del Estado. Y así fue con el 15M.

Libros

De Bookchin, en español, recomiendo (el más sintético):

– Bookchin, M. (2012) Rehacer la sociedad. Lom ediciones (Chile).

En la editorial Virus encontrarán la mayoría de sus libros (y los de su excompañera, Janet Biehl) editados en España.

De mis libros, sobre decrecimiento:

– Romero, F. M. (2019) Murray Bookchin, por una ecología social y radical. Libélula Verde.

– Romero, F. M. (2020) Actuar aquí y ahora, pensar la ecología social de Murray Bookchin. Editorial Kaicrón.

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