miércoles, 15 de marzo de 2023

La centralidad del trabajo

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De la necesidad de desplazar la centralidad del trabajo

Resulta prácticamente imposible, hoy en día, conversar con alguien sin que salga el tema del trabajo. Trabajes donde trabajes, es raro que no empiecen las conversaciones sin esa pregunta: ¿Y qué? ¿Cómo te va el curro? Te guste o no, bien es cierto que sin vender tu fuerza de trabajo en una empresa o directamente en el mercado y pese a las ayudas que puedas conseguir del Estado, poco te vas a poder mover, pagar tu alquiler y llegar a fin de mes. O sea que el trabajo se ha convertido en algo tan importante como el comer o el respirar e incluso ya se trata con naturalidad, como si fuese algo casi biológico, un “prebiótico”.

¿Cómo hemos podido llegar a este punto de naturalizar al trabajo? 

Es absurdo hoy en día negar o ignorar la centralidad del trabajo en esta sociedad. Sería olvidarse que para el Capitalismo es una de sus categorías básicas, constitutivas. El trabajo, el mercado, el dinero y el Estado, no es que sean elementos exclusivos del Capitalismo. Cierto es que estos elementos ya existían desde la antigüedad pero de forma puntual y diseminada. El capitalismo los ha incorporado todos en su dinámica de crecimiento obligado e infinito y el trabajo1, como lo veremos ocupa esa centralidad.

La historia de la constitución del Capitalismo nos muestra como éste último, con las enclosures2 como punto de partida, empezó creando la figura del obrero. A medida que iba reforzando su hegemonía, fue tergiversando el quehacer del día a día tradicional de los campesinos y artesanos, convirtiéndoles en asalariados, o sea, meros productores de mercancía a cambio de un sueldo. En consecuencia, se vieron obligados a vender su cuerpo, su fuerza de trabajo, para a duras penas poder sobrevivir. 

Así es como, con esa ruptura antropológica de envergadura, no solamente se empezó a socavar el “actuar juntos”, esa entidad social propia de los seres humanos, sino que la fuerza común se volcó a disposición de los primeros capitalistas, aquellos que poseían las tierras, las primeras industrias y controlaban el mercado. En consecuencia, las formas tradicionales del “metabolismo” (Marx) de las comunidades humanas con su medio ambiente han pasado de la complicidad común en el “actuar juntos por” al “buscarse la vida” cada cual como pueda, eximidos ya de la necesidad de cuidar al medio ambiente del que hemos sido extraídos, como comunidad.

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